lunes, 11 de agosto de 2008

El gatillo del arma de la inteligencia humana, la única arma que uno debería disparar

El periodista colombiano Javier Darío Restrepo sobre el columnista de opinión, en el Consultorio Ético de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano

El columnista promueve el debate de ideas después de haber hecho su propia digestión de los hechos y de las opiniones. No aspira a ser la última palabra sobre los temas que maneja, pero sí a motivar a los lectores para que digan muchas palabras sobre el asunto de su columna. En este sentido es un provocador.

De los textos que existen sobre el tema se pueden extraer estas conclusiones:

1. El columnista de opinión expresa, más que teorías, actitudes ante los hechos y ante otras opiniones.
2. Una columna refleja más que una simple impresión, pero menos que una prueba científica sobre algo.
3. En las columnas suelen encontrarse las expresiones de partes en controversia.
4. Por eso la columna suele estar a favor o en contra de algo.
5. En la columna quedan expresadas las conclusiones o los juicios de alguien sobre los temas del momento.
6. Una columna es la posición intermedia entre la certeza y la duda.

Es, como se ve, una honesta contribución al debate y un estímulo para el uso de la inteligencia en la solución de los asuntos públicos.
Anotaba el columnista del Washington Post, George F. Will, que lo que hizo de Van Gogh un genio fue su particular forma de ver los girasoles; lo que distingue a un buen columnista es su particular forma de ver el paisaje social.

Referencia Bibliográfica
¿De qué sirve un editorial o un artículo de opinión que no le abra un camino al lector, ya sea hacia otro nivel de conciencia, por el cual recobre una antigua confianza perdida, o hacia una posición que le permita encaminar en forma diferente su actividad individual?
Mucho de lo que escribí sobre los olvidados de la sociedad - desde los que no tienen hogar, los analfabetos, los hambrientos y los enfermos, hasta las víctimas de uno u otro poder económico,- intenta servir al lector de dos maneras fundamentales: informarle acerca de hechos para él desconocidos y plantearle que cualquier tipo de respuesta -personal, pública o lo que sea,- no deja de ser una opción a tener en cuenta. La cosa debe ser que cuando un lector llegue a la página editorial o a la abierta debe sentirse atraído y desafiado. Si eso ocurre, estoy firmemente convencido de estar apretando el gatillo del arma de la inteligencia humana, la única arma que uno debería disparar.
Colman Mc Carthy
En La Página Editorial de The Washington Post. Gernika, Ciudad de México, 1998, pág. 88-89

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